"¿Hasta cuando?"

"Eras tu una dulce princesa encerrada en un castillo enorme de paredes altas y sólidas. Te vi una mañana que caminaba, estabas en tu ventana mirando a la nada, tu mirada brillaba como el sol que se alejaba; tus ojos reflejaban tristeza, desventura, congoja, esperanza y sosiego a tu inmaculada soledad. Tu cabello castaño, tus labios pequeños, tu perfil esbelto de diosa griega, tu mentón partido señalando el horizonte y tu mirada infausta se perdía entre los árboles y la maleza. Tu jardín estaba lleno de hermosas flores y pajarillos que trinaban sin parar. Pero tu seguías inconmovible a los sonidos que la naturaleza y la providencia tenían destinados para ese día.

En medio de tantas flores tu rostro era una flor de la esperanza, una flor de esas que uno las ve y queda embelesado por su belleza que opaca cualquier concepto de la estética que se tenga. Yo me detuve a mirarte sin que tu te percataras; en un rincón grabe tu imagen en mi memoria; fabriqué tu holograma y lo traje para que me hiciera compañía en este cubil frío y oscuro. Así pasaron los días, las semanas, los meses y cada hora te hacías más dueña de mi, de mis sentimientos, de mi amor. Te evocaba con ternura, con paciencia, con afán, con sorpresa como el de un niño recibiendo un regalo y se pregunta: ¿qué será?

Así yo me preguntaba ¿qué será? Toda esta emoción mezcla de sentimientos tiernos que tus recuerdos y tu presencia fabricaban en mi. Cierta mañana me atreví a conversarte y tu me regalaste el don de tu presencia, dirigías para mí miradas furtivas y diálogos estériles. Todas las mañanas iba a conversar contigo, atravesaba el campo caminando por horas, cambié echaba los más alucinados perfumes y por las noches fabricaba sonrisas para dibujártelas a la mañana siguiente, porque ya había olvidado esas difíciles muecas de felicidad.

Era el último verano de aquella época, el sol era inclemente y quemaba a rabiar cosa que odio, pero cada mañana me tenías parado en tu jardín. Yo me contentaba con tu sola presencia. Ya no leía, ya no escribía, ya no fantaseaba transportándome a otros mundos, ya no pasaba mis días solo ¿qué extraño poder poseías? Por ti era capaz de salir a luchar con dragones, de realizar cruzadas y guerras santas por tu amor. Por ti era capaz de hablar corrido y soportar tu mirada sin cohibirme, sin sentirme un bicho raro, por ti llegué a sentirme interesante y eso fue un verdadero milagro que tu obraste en mi alma pérfida, en mi atroz mundo.

Pero una tarde cuando el sol se escondía de llano, cuando el manto gris de la noche comenzaba a cubrir la ciudad me dijiste que tu padre te llevaría a Europa a estudiar. Entonces te escribí que te amaba en un poema. Esperé por varios días tu respuesta, caminaba por el bosque, veía cosas hermosas por donde pasaba y no podía creer que todo ello antes me pareciera horrible, deshojé flores, contemplé nidos de aves, caminé por la orilla del mar, esta vez sin que la tristeza me pudiera atrapar, miré la luna en las noches sin que el viento me pudiera arrancar alguna lágrima, caminé impaciente por la noche y el día, rondé tu castillo una y otra vez.

Tu ambicionada respuesta llegó una mañana de suave calor y un olor a brisa salada. Desde ese día consagrado fuimos novios. Tan solo quedaban dos semanas para vivir lo nuestro. Nos vimos a escondidas y entre besos ardientes y caricias robé tu inocencia por primera vez. Me propusiste huir, ver las flores crecer y los días pasar. Yo me negué la felicidad, te dije que no podía escapar, me pediste que me olvide de ti y te marchaste corriendo, yo quedé en medio de la estepa, como un lobo estepario.

Una noche fui a buscarte decidido a todo, tu saliste, hablamos de cosas innecesarias, te sentía extraña y alejada, esquiva y miedosa; entraste a tu castillo con un ‘espérame’ y me diste la bofetada de tu indiferencia. Yo te esperé, una, varias horas, comenzó a llover y tu no salías, hasta que uno de tus sirvientes me dijo que me marchara entregándome una carta con una palabra que tu habías escrito, un simple: Adiós.


Quise llevarte serenata, quise pedirte que me vuelvas a querer, que no me dejaras, quise tomar tu mano y robarte un beso, quise que el mundo explotara y el mar se saliera, quise que la luna bajase y me llevase en su estela de luz infinita hasta el nunca jamás. Quise convertirme en el galán de tus sueños. Pero lo único que descifré de todos estos jeroglíficos era que, seguía estando solo, mientras mis lágrimas con la lluvia se mezclaban y mi tristeza opacaba a la noche.
Llegó el día de tu partida, fuiste a buscarme a mi cubil, me pediste que nunca te olvide y ya lo ves… aún no te olvido. Yo te prometí todo lo que tu querías escuchar y vi como tu galeón se perdía en el horizonte. De toda esa pasión desenfrenada que todavía siento sólo ha quedado un ser sórdido, oscuro y más solitario que nunca. Quemé todos los poemas que había escrito para ti, construí una coraza más dura para mi enemigo número uno: El amor, construí un castillo en mi cubil con muros altos y paredes fortificadas. He vuelto a ser ese ser silencioso, he montado mi caballo y cabalgado hacia donde el sol se junta con el horizonte, amor mío, si supieras cómo te extraño.

Es imposible sacarte de las imágenes grabadas en mi memoria. No sé estar sin ti mi dulce Marieu.

“Algún día nos vamos a volver a unir, como antes, ahora déjame que me marche y lo intente a mi manera, sin tu ayuda. Deja que domine esta maldita suerte. Tienes que huir de mí, que mi mala estrella no te toque a ti, tu no mereces ser cómplice de mi mala suerte, L. A. espérame. Tú vas a estar solo, escribiendo, recordándome; yo tocaré tu puerta y tu la abrirás y nuestros ojos se encontrarán. No habrá excusas, no habrá reclamos, no habrá condiciones.. y todo será mejor que ayer. Te amaré para nunca irme más. Sólo espérame, yo tocaré tu puerta.

¿Hasta cuando? Hasta cuando tus recuerdos me abrumarán apasionada Marieu.

L.A."

1 comentarios:

Alicia dijo...

Es un escrito profundo con mezcla de sentimientos, sentimientos duros pero puros, sentimientos dulces y amargos setimientos adolescentes y arrepentidos.
este escrito me ha emocionado tanto como el primero que leí.
sobretodo como en tus narraciones uno se integra como una sombra más del paisaje descrito, sientes la lluvía el viento el ardiente sol, la alegría la tristeza el primer beso el adios.
gracias nuevamente.
Tus escritos son impresionantes.
Sigue publicando por favor.