COMO PEZ FUERA DEL AGUA


QK, discoteca, donde pueden entrar menores de 18, mayores de 18 y mucho más mayores de 18

Me hizo pensar en que los carrozas como yo y otros que estábamos allí, nos intimida la juventud,

al principio nos reprimimos, pensamos en que estamos fuera de ambiente, nos sentamos pedimos una copa y miramos a los que están en plena juventud, sus juegos, su forma de bailar, sus coqueteos, y suspiramos pensando que aquello ya pasó.

Pero por las alucinaciones debidas en gran mesura al alcohol ingerido, tu mente se va adaptando al ambiente y olvidas la edad que tienes y el guardar la compostura y te sueltas, ves a los niños y ya te parecen colegas, te ríes con ellos y pierdes aquel sentido del pudor y del ridículo, entonces comienza la verdadera fiesta.

Recuerdo un día que estaba bailando rodeada de gente de mí edad algún año arriba, algún año abajo, cuando de pronto se me acerca un muchacho de unos 24 o 25 años y me invita a bailar,

lo primero que pensé: Dios este va tan ciego que no me ha visto la cara, puede ser mi hijo.

Lo rechacé y mis colegas de fiesta nocturna reían pensando pobre muchacho va tan ciego que en vez de intentar ligar con una extranjera de 18 años, va i se fija en una cuarentona.

yo también me reí, la situación era ridícula como poco.

Al cabo de unos minutos volvió a intentarlo y un alemán de mi edad, que por cierto era como un armario rubio con ojos azules al igual que su mujer, se dirigió a él pues el muchacho también era germano, y en su idioma le dijo que yo era su esposa y fuera a buscar a una de su edad.

Os cuento esto para que os deis cuenta de que muchas veces la edad, solo está en nuestra cabeza, somos lo que nos sentimos que somos.

Esto podía ser una anécdota , pero ocurrió cada noche, siempre había un despistado que me invitaba a bailar.

En el fondo este absurdo hecho, hacía que mi ego se sintiera bien, y que pensara, caray pues todavía estoy de buen ver.

"Por favor, recuerdenme esto cuando esté de bajón y me sienta vieja y pasada de moda."

El caso es que cada noche lo pasamos genial, en la pista pequeña que era la que nos reuníamos los cuarentones, formabamos tanto jaleo riendo y bebiendo que al final se apuntaban los jovenzuelos

Nosotros eramos más divertidos que todos aquellos imberbes que se creían los amos de la pista.

La moraleja es que no hay edad para pasarlo bien, si pierdes el sentido de la ridiculez.

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